Época: Roma
Inicio: Año 753 A. C.
Fin: Año 476

Antecedente:
La religión



Comentario

La religión romana era animista, es decir, consideraba que todos los objetos y las fuerzas del cielo tenían relación con lo divino. En consecuencia, los hombres debían intentar aprovechar estas fuerzas en su provecho, para lo que recurrían a prácticas mágicas.
La mala suerte era combatida mediante el uso de amuletos, que a veces se colocaban en pequeños contenedores (bullae) que eran colgados del cuello de los niños. Otro remedio contra la mala suerte y los malos espíritus era utilizar un símbolo fálico, que representaba la fertilidad. El símbolo del falo era usado para combatir la esterilidad de campos, animales y mujeres, situando estatuas de Príapo cerca de jardines y viñedos. También se utilizaban estatuas de Hermes de Arcadia, con forma de pilar, el pene erecto y los genitales en relieve.

La superstición popular personificó sus temores en fantasmas, brujas, vampiros y hombres-lobo.

En ocasiones, la magia no era utilizada sólo como defensa sino también como forma de atacar a un enemigo, invocando en este caso a los dioses del infierno.

La magia era usada también para maldecir a alguien, recurriendo a palabras sin sentido con las que, probablemente, imitaban a algún lenguaje supuestamente demoníaco. Los enamorados rechazados combatían la resistencia del otro con filtros de amor, muy difíciles de usar. Así, según Suetonio, Calígula enloqueció a causa de un filtro administrado por Cesonia, su esposa.

Los filtros se confeccionaban mezclando elementos puros con impuros. Así, en ellos se utilizaban órganos de niños, obtenidos en sacrificios secretos. En la tumba de un niño del Esquilino, antiguo cementerio de Roma, puede leerse: "Vivía en mi cuarto año, pero ahora estoy bajo tierra cuando podría haber sido la alegría de mis padres. Una bruja cruel tomó mi vida y ella aún sigue viva practicando sus peligroso artificios. Vosotros, padres, cuidad de vuestros hijos si no queréis que el corazón se os rompa a causa de la desesperación".

Otra práctica llevada a cabo por los enamorados consistía en utilizar dos pequeñas estatuas, una de cera y otra de barro. Puestas ambas al fuego, la primera representaba, al fundirse, el corazón solícito de la persona deseada, mientras que la segunda, al endurecerse, simbolizaba ese mismo corazón despreciando al resto de amantes.